Carlos Canelo Barrado
1. Enfoque etnográfíco y ecológico de lo chinato
La forma de hablar de los chinatos apenas ha dejado rastro escrito, se ha sustentado en los sonidos (fonos), transmitidos oralmente de generación en generación, por eso es difícil la prueba particular de su desarrollo y evolución, hasta llegar a la situación actual, como una reminiscencia obvia de sus antecedentes, que no necesita justificación.
Nuestra forma de acercarnos hoy al “habla" es desde lo etnográfico; es decir, desde los sentimientos, los recuerdos, desde la amistad, desde los valores singulares del chinatismo; desde el sentido humano que tuvo y que tiene hablar y entenderse con los tuyos. Sin ánimo científico, ni mucho menos político, localista o sectorial. Solo con ánimo de disfrutar mediante un recorrido emocionante hacia el pasado.
Nuestro "habla" es una joya de la cultura chinata, una obra de arte, una antigüedad, que utilizaron nuestros abuelos y padres y a nosotros nos ha llegado, conservando algún sabio consejo, que no debemos desaprovechar.
No podemos renunciar al legado cultural que constituye el habla con la que se construyó el diálogo familiar que formó la base sólida de nuestra educación, de nuestros valores.
Los hablas, las formas de hablar de decir y escuchar confieren la identidad de los pueblos y sus ancestros, eso lo llevamos incorporado en nuestro acervo cultural y es nuestro deber rescatarlo, preservarlo, protegerlo y transmitirlo.
El habla chinata es una especie lingüística en peligro de extinción. Está amenazada de muerte como lo están otras muchas especies biológicas. Las formas de hablar de nuestros pueblos nos vinculaban intensamente con la naturaleza, con lo rural, con el campo, con lo familiar, con todos aquellos valores sociales, morales y naturales que hoy se encuentran en peligro de extinción.
En nuestro libro “El habla de los chinatos” (1999) recogíamos en un breve análisis de contenido la importancia de los términos alusivos al campo, a los cultivos, a las plantas, a los animales domésticos. Los hallazgos revelan que la cultura chinata se asienta sobre las funciones de la agricultura y la ganadería. La posesión de medios idóneos para el desarrollo de estas labores, la cantidad y calidad de los mismos (carros, bueyes, yugos y manceras…), la habilidad y destreza en su manejo, fue generando, al compás del patrimonio económico del pueblo, buena parte del patrimonio lingüístico que ha venido fraguando la índole, la identidad chinata, caracterizada por una forma singular de decir, de sentir y de sentirse del pueblo, mientras nos mantenemos inmersos en la cultura tradicional.
Pero las causas de degradación del medio ambiente y de los ecosistemas naturales también son una gran amenaza para las lenguas que forman la base de las culturas tradicionales.
No solo los factores estrictamente lingüísticos provocan la extinción de las lenguas, también intervienen las alteraciones y modificaciones en los territorios, la injusta distribución de la economía que obliga a emigrar; muchas acciones que acentúan la degradación ambiental y provocan la disminución de la diversidad biológica, y por otros factores que afectan a los espacios geográficos y sociales, como las guerras, invasiones, acciones lucrativas depredadoras de los hábitats, la corrupción, etc., y tantas otras que pueden hacer desaparecer físicamente a las personas y, con ellas a su propia lengua.
Para la UNESCO, debemos preservar las lenguas ya que son fuentes de creación y vectores de la tradición para la comunidad de sus habitantes. Constituyen un soporte de su identidad y un elemento esencial de su patrimonio cultural.
Las lenguas en general y particularmente las “hablas” singulares, reflejan una visión del mundo única en su género, con su propio sistema de valores, su filosofía específica y sus características culturales peculiares. Su pérdida “constituye un empobrecimiento para la Humanidad, un retroceso en la defensa del derecho de toda persona a ser escuchada, a aprender y a comunicarse” .
Las hablas singulares de Extremadura desaparecerán, si no hacemos algo. Debemos reivindicar, conservar y promover nuestras lenguas autóctonas como un derecho cultural, como un derecho humano. Lo debemos hacer desde la universidad, desde la investigación, pero también desde las administraciones públicas, organizaciones no gubernamentales, desde los espacios culturales presentes en todos nuestros pueblos y siempre desde la participación ciudadana. Ha costado mucho acopiar esos tesoros para dejarlos perder.
Importantes escritores españoles le han dedicado intenciones a las hablas rurales. Unamuno se recrea en sus poemas con el léxico rural de los pueblos de Castilla. También lo hace Miguel Delibes y cómo no, en Extremadura lo hace Gabriel y Galán y Luis Florencio Chamizo Trigueros . Pero, no son los únicos.
Recorriendo la geografía extremeña te encuentras la esencia de la dialectología en centenares de obras de gente sencilla, conocidos solamente en el entorno de sus respectivos pueblos, que desde mediados del siglo XIX y durante todo el siglo XX, han pretendido salvaguardar la porción del extremeño que se produjo en una etapa lingüísticamente muy rica en Extremadura y contribuyendo a mantener vivo lo que fue el modo de vida de nuestros pueblos. Nombres poco conocidos como Vicente Barrantes (de Badajoz), El Cano Civantos (poeta analfabeto de Almendralejo), Antonio Reyes Huertas (de Campanario), Juan Luis Cordero Gómez (de Cáceres), Anastasio Marcos Bravo (El tio Picho, de Riomalo de Abajo), Aniceto Garrido (de Montehermoso), Antonio Garrido Correas (de Villanueva de la Vera, traductor de El Principinu), José María Vecino Martín, Teodoro Ropero y Gonzalo Alonso (los tres de Serradilla). Y cómo no, de Malpartida de Plasencia se podría citar a muchos chinatos que con gran discreción individualmente o integrados en el Colectivo Cultural Chinato, en la Asociación Virgen de la Luz o en otras entidades, dedicaron su intención, sensibilidad, esfuerzo e inteligencia a preservar del olvido un pedazo de nuestra cultura. Podría citar decenas de nombres, pero basta unos cuantos para rendir homenaje a todos los que dejaron testimonio desde su forma natural de ver la vida y la vida del pueblo, como José Recio y Flora Barrado y por otra parte quienes desde la investigación, la ciencia y el conocimiento, ponen, además su amor y su tiempo en el empeño de enriquecer el acervo cultural chinato, entre ellos debo citar a Dionisio Clemente Fernández y a Florentino Rodríguez Oliva.
2. ¿Qué es nuestra habla chinata?
El habla y en ello incluyo también los silencios, lo que no se dice, lo que se calla, es el modo íntimo de identidad singular de los pueblos.
Nuestras hablas son la expresión de la gente del pueblo y su intrahistoria de lo diario, manifestada en lo sencillo, en lo cálido, en lo vulgar, en lo sentimental y afectivo, en la parte lúdica que satisface al coleccionista de palabras, de objetos viejos, de fotografías, de recuerdos, mientras se recrea buscándolos en los desvanes, en los paisajes y en la intimidad propia o ajena. La historia de los pueblos se narra en el rostro y en la mirada de sus anónimos personaje tremendamente impactada por su actividad profesional, por la lucha a brazo partido contra los elementos, dura brega con la tierra y el ganado, el barro y el adobe, el cemento y el ladrillo; de todo ello brota de manera espontanea, como el agua fresca de una fuente, la lengua de los pueblos extremeños y, cómo no, el habla de chinatos y serraillanos.
El chinato pagó caro el precio de la “singularidad” fonológica al considerarse su lengua una forma de mal hablar de gente bruta, torpe y atravesada. Porque no sabían hablar el lenguaje de los “señoritingos”, eran objeto de burla, hacían reír a los que presumiendo de cultos se mofaban de su propia ignorancia; pero esta situación jamás causó complejos al pueblo de Malpartida. La importancia del lenguaje correlaciona con la autoestima de quienes lo usan. Si nosotros, extremeños, chinatos o serraillanos nos sentimos pueblo singular, nuestra forma de hablar tendrá una fuerza singular. Si consideramos nuestra lengua un accidente, una cuestión anecdótica, una deformación, un hándicap en la cultura, estaremos cuestionando nuestra identidad, nuestra idiosincrasia e incluso la más nítida forma de manifestación de nuestra inteligencia individual y colectiva. El lenguaje vive en nosotros y brota de nosotros; es esencialmente lo que somos nosotros y será lo que nosotros queramos que sea.
El habla es el ropaje de las ideas, de los pensamientos, de los sentimientos; el lenguaje culto es la etiqueta para las ceremonias, mientras las lenguas populares y entre ellas la lengua chinata, es la ropa de faena para las tareas del campo o el traje raído con olor a naftalina que se saca del baúl para ir al bautizo de los hijos y al entierro de los padres. Con todo ello, para los naturales de Malpartida es un habla emocionante que se pega tanto al corazón como al oído; es el habla “tal y como suena”.
3. La estructura de la locución chinata. El habla “tal y como suena”.
Las formas fonéticas singulares que hemos rescatado en nuestro afán de coleccionar palabras, superan los dos mil vocablos, más que suficientes para facilitar el desenvolvimiento de lo habitual, cuanto para acaparar un vasto compendio de conocimiento vulgar, que no por ser vulgar rehúsa la inteligencia aguda y perspicaz del chinato.
La transmisión fundamentalmente oral y consecuentemente la ausencia de diccionarios, revela otra de sus características, que es un lenguaje para hablarlo más que para escribirlo, es un habla “tal y como suena”; es lenguaje del pueblo, no de eruditos, ni de escritores. Es un lenguaje acomodado a la vida y entendimiento de quienes lo inventaron y lo usaron y lo siguen usando, porque en el caso de los chinatos, el habla sigue vivo, con vitalidad en el interior de los hogares y aún con un soplo de vida en la calle, en las transacciones comerciales y en todos los confines en los que se encuentre un chinato de mediana a avanzada edad. Es un lenguaje instrumental, caracterizado por su propiedad y su utilidad, para su uso en lo esencial, en lo usual, sin adornos, sin depuraciones. Es un lenguaje modesto que nunca ha aspirado ni a la elegancia ni a las pomposidades literarias, pero no por ello es un lenguaje pobre, por el contrario, es sutil, ocurrente y avisado.
En su estructura:
Prevalecen las alteraciones fonéticas, abreviando las desinencias, permutando o sustituyendo fonemas, aparecen peculiares modos representativos metafóricos. Veamos algunos ejemplos, cucho pan dejarra, ¿con quién desgarras el pan?, es decir, ¿de qué familia eres?). Paice una segureja, se refiere a mujer delgada, muy activa, cortante en la conversación, como el filo de un hacha.
Modos caracterizados por nombrar las cosas por alguno de sus atributos o a las personas por sus motes o con exageraciones. Calcorroj son los zapatos porque marcan la huella o calcan y calzorraj significa zapatos llenos de barro, exageración de lo que uno calza, calza los zapatos más lo que los zapatos llevan.
Antítesis en la estructura de algunos sintagmas. ¡Que joío dapolculo!. El “dapolculo” es el que molesta o incordia, sin embargo, en el constructo que presentamos, dicho con énfasis constituye una admiración, un halago, un reconocimiento a una acción, a un valor, aporta un refuerzo al adjetivo ¡que joío dapolculo, lo lijtoquej!. Dicho en tono airado, precedido de otro término significa leve reproche, reprimenda suave, sin ánimo de ofender, ¡ándalla, joío dapolculo!.
Se percibe fuerte expresividad en la entonación enfática de los términos al uso en la conversación. El énfasis no supone ira ni desdén, ni reproches, ni desprecios, ni reprimendas; es sencillamente la entonación afectiva cargada de fuerza que utiliza expresiones fuertes, exclamaciones, sobre todo en el momento del saludo y de la despedida de dos interlocutores ¡pero chacha, pojabía ejtal bien!; ¡petate, quere jun petate!; ¡ándalla, petacón!. Chacha y chacho son atentos requerimientos a la señora o al señor. Petacón es la moneda falsa y figuradamente es la persona alocada o desenfadada y petate también es la persona desenfadada en su interpretación no peyorativa, persona a la que se aprecia. ¡Tu ci ere jodaj te repuchaj, que te jarreo un zampoñazo!. Una forma de utilizar el condicional, encubriendo una amenaza. “Tu si eres osado te revelas que te doy un azote”. En la práctica no era más que una advertencia. Cogel pendingue y ajila, jarreando jata que ajorrej, aunque parece una orden no es más que un requerimiento a marcharse, rápido, hasta perderle de vista, para ir a hacer algo que corre prisa.
Bastantes construcciones reflejan deseo de independencia, no dependencia ni sometimiento, ¡jate pallá gotera! equivale a “tu a lo tuyo y yo a lo mío”. Ca uno en zu cada er culo le dejcanza; quien no apaede ejcaede, quien no aparece se queda sin nada, en la escasez; el que no está puntual en la mesa no come, zequea debajo la meda. Teniendo en cuenta que estar a punto en la mesa era un detalle de educación y respeto a los padres, podías decidir no estar en la mesa, pero te quedabas sin comer.
La entonación de la –ch es similar a la que hacen los canarios y algunos pueblos centroamericanos, lo vemos en chacha, chacho. La sufijación –ino, -ina es muy habitual para los diminutivos, muchachino, chiquinino, poquino y poquinino, y se acentúa el diminutivo cuando se refuerza con poquirrinino.
Se usan arcaísmos en las formas pretéritas como vinon, dijon, trujon.
El ceceo es otra característica del habla de los chinatos. Cita Diego Catalán (1954) “Malpartida forma un islote ceceante rodeado por una gran zona en que se practica la distinción s-c, z”; así como la aspiración de la –s final que suena como –j; pérdida de la –d; sustitución de la –r por la –l y viceversa y de la –h por la –j.
La formación de sintagmas por asociaciones de palabras, edimpodible, o ezimpodible por “es imposible”. Diojlampare jelmano, por “Dios le ampare hermano”.
De acuerdo con D. Clemente (1985), la característica diferenciadora más importante del habla chinata, es su fonética. Efectivamente, ciertos fonos (sonidos) no responden al rasgo ortográfico, si bien pueden concretarse algunas reglas generales, relativas, porque de unas familias a otras puede haber ligeras diferencias en la pronunciación:
Las palabras iniciadas por “s”, se pronuncian como “z” o “c”. Ej. “serio” se pronuncia cerio, “sereno” suena cereno (Ejta cereno, va demual), “sopa” se dice zopa o zopapo, “sementera” es cementera (Anda de cementera pai pa Pedrujelmo) y “supo” se pronuncia zupo (Venía dejgalamío, ce zampó un platao de zopaj con comuelgo y le zupo a poco).
Si la palabra iniciada por “s” es monosílaba, se pronuncia con propiedad. Ej. “so”, expresión utilizada como voz que ordena detenerse a la caballería, se pronuncia so, también suena así en so ajquerodo. Altera la regla la afirmación “si”, que se pronuncia jei. (Lo mejmo da didille so que jarre. Jei. )
La palabra que contiene “s” (no inicial ni final), se pronuncia como “d”, en sílabas directas; lo mismo ocurre si contiene “c”. Ej. “cocer” se dice codel, (pon a codel loj galbanzoj) mientras que “coser”, también se pronuncia codel, (Zaio a codel an ca tia Perfeta); “casa y mesa” se dice cada y meda. La misma regla se observa, aunque no siempre, con la “z”, así “plaza” se entiende por plada. De igual forma la “ce”, se traduce fonéticamente por “de”, diciéndose cuede cuando es “cuece”, dide en lugar de “dice”.
Si la “s” va en sílaba mixta o inversa, se pronuncia como “j” aspirada. Ej. “cascajo”, se dice cajcajo, “cesta” se dice cejta, “casta”, suena como cajta.
La letra “s” final, traduce el sonido por “j” aspirada; así “cosas” se dice codaj; por “los niños”, se emplea loj niñoj.
La “h” inicial se convierte en sonido “j”, así “hacer” se dice jadel, “higo” suena jigo, “harina” es jarina y “haz” se dice ja, “haz el favor” por jalfavol. Con algunas excepciones, por ejemplo “hijos” se pronuncia dijoj, (loj midijoj to jejtan en Mairij).
El sonido “z” final o intercalado, se pierde. Ej. “haz” suena como ja, si es del verbo “hacer”, sin embargo, cuando se trata del sustantivo “haz” de heno, se dice jace de jeno, “hazte” se dice jate.
Las terminaciones en “r”, suelen alterarse fonéticamente por “l”, diciéndose comel por “comer”. La “r” en sílaba final suprime toda la sílaba, en preposición “para” se emplea pa. En sentido contrario, la letra “l”, en sílaba interior o final, inversa o mixta, suena “r”; así “volver” se dice vorvel. Cuando la “r” precede a la “l” (rl), fonéticamente de pronuncia como “ll”, se dice velle en lugar de “verle”, y querella, en lugar de “quererla”; también se sustituye “rl” por “lr”, es el caso de “charlatán” por chalratán.
La “d” en sílaba inversa suena “j” aspirada, así se podría entender como “adverso” el término ajvelzo. La “d” tras la primera sílaba se omite, quedando la vocal, así “dedo” queda en deo, “pedo” suena peo, “boda” es boa, “bodegón” suena como boegón e incluso bogón. Si la vocal que acompaña a la “d” es la misma que la de la sílaba precedente, también se suprime dicha vocal, “cada uno” se pronuncia ca uno, “todo” se dice to.
Son frecuentes las sustituciones fonéticas, por ejemplo de la “a” que viene a sustituir a la “d”, cuando la “a” precede a la palabra, así se dice aonde por “a donde” e incluso aondi.
En las terminaciones en “uy”, “ui”, se produce la elisión fonética de la última letra “muy” por mu.
Los grupos “ado”, “adal”, se traducen, en ocasiones por los sonidos “ao”, “au”. Ej. “adobado” se dice aobao, “Guadalupe” se dice Gualupe o Guaupe.
Las terminaciones verbales de la tercera conjugación “ir”, se resuelven en “dir”, “dil”; asi por “ir” se suele emplear dir, por “decir”, se dice didil.
También se suele utilizar como refuerzo de los posesivos la anteposición de un artículo, la mi nuera, en lugar de “mi nuera”, el mi Jodé, en lugar de “mi José”. Por contra, también se suele postergar un artículo para subjetivar un adjetivo: “tía la (apodo)”, solo en el femenino; en el masculino no ocurre lo mismo (tío fulano)
La “j” suena de forma aspirada, suave, perdiendo la guturalidad que caracteriza al sonido correcto.
La “f” inicial, se torna en “j” aspirada, suave. Ej. “fumar” suena jumar, “fuisteis” suena juijtij, “fue” se dice jué.
La terminación “í”, se pronuncia como “in”, así, se dice jabalín, en lugar de “jabalí”; “así” se dice asín e incluso asina, “zahorí” es zajorín.
La vocal débil “i” suele sustituir a la fuerte “e”, cuando el fonema siguiente es otra “i”, empleándose didil, por “decir”. También se suelen sustituir algunas vocales fuertes por débiles, como en el siguiente caso: “cuanto” por cuanti, (en cuanti que …)”.
La combinación “zc” se resuelve en “z”. Ej. “anochezca” se pronuncia anocheza.
Los sonidos “dra”, “dre”, “dri”, se traducen fonéticamente por “ira”, “ire”, “iri”.... Ej. “cuadra” es cuaira, “padre” es paire, madrina es mairina.
El sonido “are” se torna en “ice”, “ece”, “ici”. Ej. “parece” suena paice, “parecido” se dice paicío e incluso apaicío. Apareció es paició o bien apaició (Ze mabia ejtraviao pero ya paició).
La conversión del singular al plural se suele hacer generalmente añadiendo al primero el morfema –j; en otras ocasiones el plural se expresa añadiendo una –d inicial que encabeza la palabra siguiente si se inicia en vocal Zantaj di guenaj nochej, por “santas y buenas noches”. ¿Loj duijtej?, “¿lo oíste?”; dambojadoj – “ambos los dos”, “los árboles”, lo darbolej. “Les dices que depositen los huesos en el osario”, dilej que jonden los guedoj al lodario.
4. El método de coleccionar palabras.
Los jóvenes necesitan proyección de futuro, conociendo, entre otras cosas, los nuevos lenguajes informáticos; pero necesitan también conocer el pasado, percibir su identidad y su historia, para sentirse partes de algo que no surgió de la noche a la mañana, que nadie nos lo regaló como “nuestra identidad chinata”.
Loj muchachoj doy endia neceditan miral pal futuro, conodiendo entrotraj codaj los nuevoj rabilijtrajoj dinfolmáticoj, pero neceditan tamien conodel el pazao, pelcibil zudentida y zu jijtoria pa centilce palte dalgo que naide moj lo regaló como la nuejtra dentiá chinata.
Quienes sienten esa identidad saben percibir a través de los conceptos, algo más que el humor que sugiere una palabra antigua que era utilizada por nuestros abuelos.
Loj que cienten deza dentiá zaben pelcatalce mu bien a travej de loj concetoj argo maj que lumol duna palabran tigua que la didian loj nuejtro jagueloj
Quienes viven la identidad chinata pueden percibir a través de, por ejemplo, la palabra “ejcaboncho”, la belleza de un carro de mies y el noble uso de los animales por los hombres, en las tareas del campo. O, a través de la palabra “mamaluta”, entienden el sacrificio y el esfuerzo, el cuerpo abatido por el trabajo físico, el sudor y el dolor que cuesta conseguir algunas cosas. Cansados tienen que sojtribarse y finalmente jondearse para descansar
En nuestros pueblos, entre los mayores son muchos los usuarios del lenguaje autóctono; a su vez los de mediana edad son usuarios a “media jornada” y coleccionistas de palabras, mientras los más jóvenes, los chicos y chicas de nuestros institutos, colegios y universidades son los más distantes, los que más dificultades tienen para entender y entenderse con palabras separadas de su tiempo por más de tres generaciones, como “engurdío”, “calambuca”, “zapatiejta”, “ejcaboncho”, “la guijá”, “jechuría”, “fachenga”, “jadel bulra”.
En loj nuejtroj puebloj to loj viejoj palran en chinato, loj de media eá rebujcan palabraj y loj muchacho ji muchachaj de loj nuejtroj ejtetutoj, ejcuelaj y univelciaej zaben mu poco pantendelce con palabraj de ya jade a, como abujero, abarrunto, alantrote, arzapón, cachipego.
Hemos recopilado una colección de términos, hablando con la gente del pueblo, recurriendo a la memoria de la historia del “día a día” y hemos practicado el habla chinata en un estimulante viaje de retorno que nos ha permitido recrearnos en las tareas, las costumbres, los sentimientos, los pensamientos, que es como recuperar la vida de quienes utilizaron en exclusiva y secularmente ésta forma de hablar.
El pueblo es como una mezcla de mil sabores. Para nosotros, los chinatos, no hay otro lugar donde la vida tenga tanto sabor y tanta amargura produzca la distancia en quienes no podemos saborear cada día sus esencias.
Las vivencias cotidianas de la casa, como el “remúo” de los domingos, la merendilla a base de un cacho pan y algo “pa engañallo”, los “recaoj” a regañadientes; el lavar la ropa en los arroyos por nuestras madres, cargando a la cabeza el “lavaero” y la “tajuela” con el “jato”. Echar de comer a las bestias, partir las “tarmaj” y las noches en vela por la fiebre del “salampión” sin despegarse de la cama con el candil o la lamparilla encendidos. Cada momento vuelve a aflorar un surtido de palabras casi olvidadas.
El recorrido continúa por la escuela y los maestros. Allí estaba con cada uno de nosotros una “pidarra” y un “pidarrín” de manteca. “Pidarra” de pizarra o de “ajolata”, con un trapo atado para borrar con él, como Dios manda y no con la manga del “jerse”, que a manera de bayeta algunos niños utilizaban para repartir por la superficie pétrea el fluido salivar.
Y con la escuela y las travesuras el recuerdo de los juegos “enchorobitándomoj” a los árboles a coger “níoj” o jugando con las moscas. Era una época en la que no abundaban los juguetes. Los niños jugábamos a cazar moscas y aprendíamos a contar con el juego de ¿plada, toro, capea?. Las moscas sujetas por las patas eran sumergidas en el tintero de tinta, soplándolas después hasta que secas y teñidas de azul volaban por toda la clase y algunas, ¿cómo no? morían ahogadas en el baño de cinc en el que se fabricaba la leche en polvo. Los niños llevábamos un puchero de lata con un asa, hecho por un “ejtañaol” a partir de un bote vacío de leche condensada.
Brotan mas y mas palabras conversando con los amigos de la infancia, cualquier domingo de invierno en los que la mejor opción es compartir el tiempo con los amigos, “arrellanao ja la lancha la lumbre”, apretándose “un cacho pan y patatera” o “unaj correa jasaj” con una buena jarra de “morapio”.
Y, con ellos te trasladas al juego de los “bolindrej” y de los “platilloj” y porfías para ver quien tenía una “tona” más grande; y de las “vencej” y “pídola” y el “marro” y las “peloteaj” entre bandas de muchachos que siempre producían alguna “pitera” cuyo dolor se olvidaba cuando al llegar a casa recibías unos “gajnatonej” y una buena reprimenda en la que no faltaban pronunciamientos metafóricos “que joío celemin”, “maj bruto cun arao. Ciempre jadiendo jechuríaj”, capaz de “rachal o de jendel loj diente ja loj venaoj”, “ziempre lleno de matauraj como loj burroj viejoj”.
Y, siguen brotando palabras del recuerdo de las tardes otoñales a la “redolana” o a la “abrigá”, viendo a las mujeres “jadel picoj”, “jadel bolilloj” o “enjaretando unaj puntaj” para poner un remiendo en un viejo pantalón de pana, mientras hablaban y reían felizmente. Y los días de lluvia haciendo “balcunaj” con el barro en los charcos, y el juego del “ejconderiche” y el ir a coger grillos, a “cardilloj”, a “jenillo” (pa jadel ejcobetaj) y a “valeo” (pa jadel ejcobaeraj), a “rebujco” o “ajpigal”.
Y, las noches de verano jugando en la era, durmiendo en la parva con el abuelo, mirando al cielo y escuchando algún relato sobrecogedor sobre la inmensidad del firmamento o sobre el presagio misterioso de las estrellas fugaces. Eran aquellos relatos que contaban los abuelos en forma de cuentos que entusiasmaban a los niños y envolvían el ambiente cálido y misterioso de la noche en nubes de sueños.
Y.., los sonidos del pueblo:
Los toques de las campanas, a la una el “repique de loj pucheroj”, el “din dan de loj defuntoj” y los tres toques que anunciaban la hora de misa mayor. El sonido de la fragua, del martillo sobre la bigornia. El sonido de las goteras, durante la noche, percutiendo sobre las tablas del suelo de la “riba” o en una “calambuca de ajolata” y el silbio del aire por las “rejendijaj” de las puertas y ventanas. Y, el canto de las chicharras y los grillos y la algarabía de las golondrinas al atardecer, y los pregones de “trej turutaj”, tres toques que reclamaban la atención de los mayores “... de orden del señor alcalde...” o aquellos otros de una sola turuta que anunciaban “marrana fresca y magro” o “sardinas y sable”. Y, el rebuznar o rojnío de los burros en la “ciguirilla” o en el “legio”
Hemos disfrutado mucho creando un espacio de encuentro de los chinatos consigo mismos y con los demás extremeños, fijando la identidad y la diferencia en los matices del habla. El espacio se denomina EL HABLA DE LOS CHINATOS. La vida, el sabor de la vida chinata, se recoge en sus esencias, sutilmente, sin pretensiones, de puntillas, dequeo, pa no molejtalle a naide. Fue editado por el Ayuntamiento de Malpartida de Plasencia en Noviembre de 1999. Hoy estamos en condiciones de ofrecer una segunda edición corregida y ampliada. Unos años después creamos la ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL HABLA DE LOS CHINATOS, que ponemos, como en su día lo hicimos con el libro, a disposición de nuestro pueblo.
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VIUDAS CAMARASA, Antonio (1987): Islotes lingüísticos: las hablas de la comarca del Trevejo (Cáceres) y el chinato de Malpartida de Plasencia, en AAVV: El habla en Extremadura, Salamanca, Editora Regional de Extremadura, pp. 67-73.
VIUDAS CAMARASA, Antonio (1987b): El extremeño literario, en AAVV: El habla en Extremadura, Salamanca, Editora Regional de Extremadura, pp. 75-83.
VIUDAS CAMARASA, Antonio (1994): Texto y vocabulario de El Miajón de los Castúos de Luis Chamizo, Cáceres, Real Academia de Extremadura.
ZAMORA VICENTE, Alonso (1942): Leonesismos en el extremeño de Mérida, RFE, XXVI, pp. 89-90.
WEBGRAFÍA:
Proyecto de lenguas en peligro de extinción (http://www.endangeredlanguages.com/). Google.org (http://www.google.org/).
Blog de Google (http://googleespana.blogspot.com.es/2012/06/la-conservacion-de-las-lenguas-en.html).
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