Malpartida

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martes, 21 de enero de 2025

UNA MIRADA RETROSPECTIVA A TRAVÉS DE UNA COLECCIÓN DE OBJETOS ANTIGÜOS Y VIEJOS DE USO DOMÉSTICO Y AGRÍCOLA NOS MUESTRA EL INEXORABLE PASO DEL TIEMPO

Los encontrareis en las casas de los abuelos. No los perdáis de vista

En muchos hogares de Malpartida de Plasencia, una pequeña colección de objetos viejos y antiguos da voz a las historias de las familias humildes que moldearon la vida cotidiana de este pueblo. Estas piezas, que abarcan desde utensilios domésticos hasta herramientas agrícolas, reflejan la esencia de una clase trabajadora profundamente vinculada al campo. Entre estos objetos destacan aquellos utilizados por las mujeres en las tareas del hogar, recordándonos su incansable labor en la cocina, el lavado, el tejido y el cuidado de la familia, pilares fundamentales de la vida diaria.

El verdadero valor de estos objetos no radica en lo material, sino en su significado etnológico, cultural y sentimental. Cada objeto es un testimonio silencioso de vidas dedicadas al esfuerzo, la creatividad y la subsistencia, tanto dentro como fuera del hogar. Preservarlos es una manera de rendir homenaje a nuestra historia y a quienes, con sus manos, tejieron la identidad de nuestra comunidad chinata.

Hoy, en un mundo donde la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso, estos objetos también invitan a reflexionar sobre la brecha entre generaciones. Mientras que en las primeras décadas del siglo XX los utensilios y herramientas eran testigos de una vida marcada por la repetición y la permanencia, los objetos que rodean a los niños de hoy envejecen rápidamente, reemplazados por nuevas versiones o por innovaciones que se apoyan en la inteligencia artificial.

Este contraste evidencia no solo la evolución de los objetos, sino también el cambio en la relación que tenemos con ellos. En el pasado, los utensilios no solo eran funcionales, sino que llevaban consigo el peso de las historias y los lazos familiares. En la actualidad, los avances tecnológicos han desdibujado esa conexión emocional, transformando los objetos en piezas transitorias de una cadena ininterrumpida de consumo.

Sin embargo, esos objetos nos recuerdan que, pese a los cambios, el valor de lo cotidiano radica en cómo moldeamos nuestra vida y construimos comunidad. En un tiempo donde la inteligencia artificial redefine los límites de la creatividad humana, quizás estos viejos objetos nos ofrecen una lección esencial: lo que realmente persiste no es la herramienta en sí, sino la memoria y el significado que tejemos a su alrededor.

Carlos Canelo